jueves, 9 de junio de 2011

Cine y Educación IV: La Ola.

Juventud e ideología: Reflexión en torno a la Película La Ola.

Por: Mirot Caballero.


Titulo: La Ola (Die Welle)

Director: Dennis Gansel

Año: 2008






¿Cuál es el motor de cohesión entre los adolescentes de nuestra sociedad? ¿Qué discursos ideológicos pernean su visión de mundo y su criterio frente al mundo que los rodea? Estas inquietudes no son extrañas dentro del análisis pedagógico actual. Con frecuencia se hace alución a la manera en que los adolescentes resignifican simbólicamente el mundo, apropiandose de él de maneras que generación tras generación, resultan innovadoras, extrañas o contestatarias, pero nunca indiferentes. En nuestro medio y época, los más optimistas celebran dicha diversidad llevandola a estadios hasta ahora no alcanzados tales como la académia y las politicas públicas, en dónde es cada vez más frecuente oir hablar de culturas urbanas, grupos en los cuales se supone, los jóvenes manifiestan su ideología. Los más pesimistas sin embargo, tan solo ven en todo esto, la apatía de las generaciones jóvenes que de manera indiferente se suprimen de las discusiones de fondo, para entregarse de lleno a la mercantilización de la diferencia: nunca como hoy la rebeldía, la expresión subjetiva de la identidad y la molestia frente al mundo, habían sido materia de marketing y comercio.

La película La Ola, de Dennos Gansel, aborda de manera específica este fenómeno. En esta obra somos testigos de un experimento pedagógico que intentaba demostrarle a un grupo de estudiantes, hijos de una sociedad proteccionista y sin mayores problemas económicos, como es posible que a través de un discurso totalitarista se seduzca a una población en apariencia crítica, hasta el punto que toda libertad individual se diluye por voluntad propia frente al fantasma mesiánico de la fuerza de grupo y la identidad colectiva. La gran moraleja de este relato parece ser que todo intento por constituirse como un individuo crítico y de desarrollar una conciencia individual, halla en el individuo mismo, y su necesidad gregaria, un primer obstáculo. Transpuesta esta reflexión a nuestro medio se hace evidente que todas aquellas manifestaciones de lo que llamamos identidad juvenil, culturas y tribus, pueden contener en realidad formas evasión ante a la propia realidad de nuestros jóvenes. Frente a la falta de un discurso claro y la promesa de una esperanza, frente a la corrupción evidente de los discursos tradicionales, solo quedan las ideologías de cartón, gomina y apariencia, de las cuales una pop-star o un equipo de futbol parecieran ser los principales sacerdotes.

No quiere decir esto que todo intento gregario constituya una trampa ideológica, pero si es necesario tener la claridad de que toda acción, así como toda omisión, alimentan discursos que pueden intervenir frente a nuestra realidad y que el desconocimiento de este proceso es una forma más de alimentar el sistema de apatía y malestar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario